Santiago Ramón y Cajal, el sabio que abrió el camino.

Nacido en Petilla de Aragón en 1852, un enclave navarro rodeado por la provincia de Zaragoza, Santiago Ramón y Cajal destacó desde niño como un cerebro privilegiado, no en vano Severo Ochoa se refería a él como «el científico más grande de la historia de España».
La teoría neuronal de Cajal supuso la mayor revolución en el campo de la neurociencia
de todos los tiempos. Esta teoría sigue siendo el marco conceptual utilizado para
interpretar el funcionamiento del sistema nervioso y estamos tan acostumbrados a ella
que nos es sumamente difícil imaginar otra alternativa. Precisamente por esto, es considerado el padre de la neurología moderna.


            Santiago Ramón y Cajal es un científico a la altura de Galileo, Newton o Einstein, y sin embargo su legado resulta desconocido para la gran mayoría. Entre los años 1897 y 1904 publicó, en forma de fascículos, su obra magna «Histología del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados», que le valió para ganar el premio Nobel de medicina en 1906 (siendo el primer español de la comunidad científica en ganarlo) galardón que compartió con el italiano Camilo Golgi (irónicamente no estaba de acuerdo con sus tesis). De él aprendió unos novedosos métodos de tinción, que sumados a sus profundos conocimientos de la química del momento, le hicieron desarrollar un método todavía más depurado. Fue gracias a la fotografía y sus métodos químicos de procesado de imágenes como poco a poco se fueron incrementando sus conocimientos sobre diferentes sustancias que luego aplicaría a sus investigaciones. Como gran apasionado de la fotografía que era, estuvo también siempre a la vanguardia de este campo, tanto que llegó a ser nombrado presidente honorario de la Asociación Fotográfica de Madrid.

            Después de presentar su gran obra, fue conocida a partir de entonces como la «doctrina de la neurona» e introducía conceptos tan novedosos como la individualidad de las neuronas y su estructura, la ley de polarización de dinámica (unidireccionalidad de los axones y dendritas), la sinapsis, los neurotransmisores, la estructura modular y reticular del cerebro (entendido como diferentes grupos de neuronas asociadas a un mismo campo), y los hoy aún novedosos campos como la regeneración y degeneración del sistema nervioso, o la plasticidad del cerebro. Ramón y Cajal defendía que existen partes del cerebro inamovibles y otras totalmente maleables que pueden ejercitarse e incrementar sus capacidades, expandiendo o retrayendo su red dendrítica. Hoy sabemos gracias a la electrofisiología que esto es totalmente cierto.

            Recientemente el prestigioso investigador del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud, Javier García Campayo, presentaba un impactante estudio al respecto de la regeneración del sistema nervioso. En éste se muestra cómo la meditación crea un efecto altamente beneficioso en el ADN, alargando los telómeros. Los telómeros son un grupo de proteínas situadas en los extremos de los cromosomas y que resultan determinantes en el proceso de envejecimiento, retrasándolo, y por lo tanto alargando la vida. Además, ha mostrado claros beneficios en pacientes con enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer o la esclerosis múltiple, y también resultados positivos en la regeneración de las células del sistema nervioso. No hay que confundir esto con la multiplicación de las neuronas. Cajal ya postuló que las neuronas son células tan especializadas en la transmisión de impulsos eléctricos que no eran capaces de nutrirse por sí mismas ni de reproducirse, pero durante sus investigaciones al microscopio descubrió que existen unas células que se encargan precisamente de nutrirlas, llamadas glías.

            Así pues, el cerebro es un órgano maleable, cuyas capacidades pueden incrementarse. No podemos aumentar el número de neuronas, pero sí podemos regenerar células dañadas y aumentar el número de dendritas y alargarlas, y por lo tanto crear una red más compleja y estructurada en nuestro propio cerebro, mediante la gimnasia cerebral, tal como ya predijo Cajal o mediante la meditación como revelan los estudios del Dr. Javier García Campayo. Éste último ha publicado hace dos semanas dos artículos que abren una nueva línea de investigación a nivel internacional. El primero de ellos, concluye que la meditación continuada alargaría la esperanza la vida; y el segundo, realizado con el Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Miguel Servet, demuestra que meditar mejora la agudeza visual. En ambos casos, el equipo aragonés ha liderado grupos de investigación con participación de varias universidades españolas y otros investigadores internacionales.

            Tal y como Santiago Ramón y Cajal publicaba en la Revista de Ciencias Médicas en 1894 “...la corteza cerebral semeja un jardín poblado de innumerables árboles, las células piramidales, que gracias a un cultivo inteligente pueden multiplicar sus ramas, hundir más lejos sus raíces y producir flores y frutos cada día más exquisitos”. Probablemente nadie ha definido con un lenguaje tan evocador la plasticidad del sistema nervioso. Hoy en día el concepto de plasticidad sináptica está firmemente establecido y una de las estructuras que está siendo más utilizada para estudiar este fenómeno son las espinas dendríticas, descritas por vez primera por Cajal en 1888.

            Pero no todo fue sencillo para Cajal, fue un niño travieso y rebelde enamorado de la pintura. Vivió su infancia entre continuos cambios de residencia por distintas poblaciones aragonesas, acompañando a su padre, que era médico cirujano. Así, con apenas dos años la familia dejó Petilla de Aragón para mudarse a Larrés, el pueblo del padre, y de allí a Luna (1855), a Valpalmas (1856) y a Ayerbe (1860). Realizó los estudios primarios con los escolapios de Jaca y los de bachillerato en el instituto de Huesca, sin embargo se reveló como un mal estudiante, y su padre decidió ponerlo a trabajar de zapatero. Pronto ganó prestigio como fabricante y reparador de zapatos, pues su cerebro privilegiado siempre le hizo desentrañar los secretos de todo aquello que emprendía. Finalmente acabó cediendo a los deseos de su padre y cursó medicina en la universidad de Zaragoza entre 1870 y 1873. Aquí encontró una salida a su frustrada vocación infantil por las artes plásticas, donde documentó todas sus observaciones con detallados y precisos dibujos hechos por él mismo. Se doctoró en 1875, ganó la cátedra de anatomía descriptiva de la universidad de Valencia en 1882 y se trasladó a Barcelona para ocupar la cátedra de Histología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona en 1887. En 1892 ocupó la cátedra de Histología e Histoquímica Normal y Anatomía Patológica de la Universidad Central de Madrid. Logró que el gobierno creara en 1901 un moderno Laboratorio de Investigaciones Biológicas, en el que trabajó hasta 1922, año de su jubilación. A partir de entonces trabajaría en el Instituto Cajal hasta el mismo día de su muerte en 1934. También fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de Clark, Boston, La Sorbona, y Cambridge.

            Y no solo son destacables sus logros académicos sino también aquellos que sirvieron para crear una sólida comunidad científica o mejorar en lo posible su sociedad y su nación. Fue siempre un hombre íntegro, honrado y de sólidos principios. En 1877 se encuentra documentado su ingreso en la logia masónica Caballeros de la Noche con el número de miembro 96. En el año 1932 se fundó el Instituto Cajal, que presidió también hasta su muerte. Se convirtió en miembro de la Institución Libre de Enseñanza, a partir de la cual surgiría la JAE. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) fue una institución creada en 1907 para promover la investigación y la educación científica en España. Se estaba así gestando una vanguardista comunidad científica apoyada por personalidades de la talla de Joaquín Costa, Leopoldo Alas (Clarín), José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Joaquín Sorolla, Augusto González de Linares, Santiago Ramón y Cajal o Federico Rubio, entre otras personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultural y social de este país.

            Tras la victoria del general Francisco Franco en 1939 todo esto no sólo quedó en el olvido, sino que se inició un proceso de destrucción y transformación de todo este movimiento, considerado ateo y contrario a la ideología de la dictadura franquista, que abogaba por una «recristianización». La Junta para la Ampliación de Estudios fue desmantelada y transformada en lo que hoy es el CSIC, para intentar “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII”, según su ley fundacional. El Instituto Cajal, pese a no ser cerrado, sí pasó a formar parte de esta última institución (y así sigue siendo a día de hoy). Sí se vino abajo sin embargo el Instituto Libre de Enseñanza (aunque se recuperaría en parte en 1978), y con él el asesinato, expulsión o exilio de cientos de catedráticos, científicos y estandartes de la cultura y la vanguardia social.

            Quedaban así truncados los sueños de toda una generación que repentinamente vio sesgada su libertad para aprender, enseñar y divulgar; una generación que siguió la estela que Santiago Ramon y Cajal había iniciado. No solo podemos considerarlo el padre de la neurología moderna, sino que también lo fue de la comunidad científica de este país. A día de hoy afortunadamente su legado continúa y España vuelve a ser un país con un gran reconocimiento en lo referente a medicina en la comunidad internacional. Y esperemos que así siga siendo.

            Recientemente se han iniciado los trámites para el traslado a Huesca desde Madrid de una gran cantidad de material y documentación de don Santiago Ramón y Cajal, que serán expuestas en el Archivo Histórico Provincial una vez éstos hayan finalizado. A día de hoy la fecha para su traslado está todavía sin determinar así que todavía tendremos que esperar para poder disfrutar de su legado.


Rubén Blasco – Agrupación Astronómica de Huesca.

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